Considero que seguir
un plan de entrenamiento es fundamental para llevar una progresión en tu
rendimiento que te haga llegar a tu pico de forma en la fecha deseada.
Igualmente, pienso que la mejor opción es dejarse guiar por
un entrenador, pero también creo que el corredor debe tener la última palabra.
Al final es uno mismo quien sabe cómo se encuentra realmente.
Quiero decir con esto que la comunicación y seguimiento
continuo del entrenador sirve para mucho pero en última instancia, es el
corredor el que sabe si tiene algún dolor, molestia o exceso de fatiga, por
ejemplo. A veces, querer ser demasiado estricto en el seguimiento del plan
puede traer más inconvenientes que ventajas.
La fluida comunicación con el entrenador permite hacer una
serie de ajustes en el plan de entrenamiento pero las sensaciones de cada día,
quien las tiene es el corredor.
Obviamente el plan está pensado para sacar lo mejor de uno
mismo pero también, y hablando de corredores populares, hay otros factores de
la rutina que pueden influir en el rendimiento de cada uno.
Si vienes tocado por un intenso día de trabajo o algún
altibajo emocional, igual no es el mejor día para hacer el entrenamiento de
series que tenías programado, por ejemplo. Incluso que el cuerpo ya llegue
lastrado a ese entrenamiento podría ser más contraproducente que beneficioso.
Si no estás preparado para esa carga quizá acabes lesionado o te veas teniendo
que parar el entreno antes de tiempo o lejos de cumplir con los ritmos
marcados.
En casos así, creo que es mejor que uno mismo valore y pueda
tomar la decisión de intercambiar ese entreno más duro por otro más suave que
tuviera otro día de esa semana, por ejemplo. O mover el día de descanso a ese
día en que te ves más flojo o, rebajar la intensidad de ese entrenamiento.
¿Qué síntomas nos pueden marcar la necesidad de adaptar el
entrenamiento?
Siempre puede haber una delicada línea que separa la
verdadera necesidad de aflojar entrenando con la pereza. Romper esta barrera
creo que es más cuestión de conocerse a uno mismo que de otra cosa.
A veces sientes que no tienes ganas de hacer nada y sólo
pensar en salir a entrenar te desencaja por completo. Sin embargo, haces el
esfuerzo, sales y te encuentras con que vuelves mucho mejor de energía y de
ánimos. Esto probablemente sería algo que tiene más que ver con la pereza que
con una verdadera necesidad de ajustar el entrenamiento.
Distinto sería que estuvieras sintiendo alguna molestia en
cierto músculo y pensaras que igual deberías rebajar el entrenamiento de ese
día o no hacerlo. Pero al final te decides por salir y cumplir rigurosamente el
entreno. Aquí si es más probable que te hayas equivocado queriendo ser tan
estricto y hubiera sido más recomendable pararte un poco y esperar a
recuperarte.
Indicaría como algunas causas que pueden ponerte en alerta
de la necesidad de adaptar o ser flexible a la hora de cumplir con el plan de
entrenamiento, las siguientes:
Sentir algún dolor o molestia: puede ser el principio de una
lesión y cuanto más insistas por seguir entrenando al mismo ritmo, más puede
empeorar y más larga ser la recuperación. Sería más conveniente darte algún día
de margen o reposo a ver cómo evoluciona, que seguir entrenando tal como lo
dice el plan.
Arrastrar exceso de fatiga: hace falta provocar ciertos
momentos de fatiga en el entrenamiento pero también conviene avisar al
entrenador si uno se siente en exceso fatigado. Puede ser que se haya previsto
una mejor asimilación de cargas de la que se está produciendo y sea más
conveniente ajustar que pasarse y acabar en una posible lesión.
Caer con frecuencia enfermo: los entrenamientos intensos
provocan una bajada posterior de las defensas durante unas horas, si estás
pasando por un periodo de estrés o no te has acabado de recuperar bien de
alguna enfermedad, igual seguir con este tipo de entrenamientos te merma más
que te ayuda.
Sentirse enfermo: si estás tan enfermo como para no poder
entrenar, está claro que no hay duda de que te vas a saltar el plan. Pero a
veces estás empezando una gripe o algo y te sientes cansado pero sin atribuirlo
a una enfermedad, igual conviene pararse a pensar que podrias estar enfermo y
rebajar el entrenamiento para no complicar más la cosa cuando se produzca la
bajada de defensas pos-entrenamiento.
¿Cómo es mejor que
adapte mi plan?
Qué adaptación hacer o no al plan dependerá mucho de cada
caso. Es difícil establecer reglas genéricas porque por un lado, cada uno es un
mundo y vive con circunstancias diferentes. Por otra parte, son diversas las
situaciones que pueden surgir que te obliguen a adaptar el plan.
A modo indicativo, podría decir que salvo dolor o enfermedad
manifiesta, creo que es mejor rebajar el entrenamiento pero hacer algo, que no
hacer nada. Quizá luego te encuentres mejor de lo que esperabas porque tu
malestar era más una cuestión mental que real. Incluso si empiezas más suave
pero luego te ves bien, podrías acabar por completar el entrenamiento como
correspondía.
Pero si claramente tienes un dolor que va más allá de la
molestia, ya sea antes de empezar a
entrenar o aparece durante el entrenamiento, para en cuanto puedas. Ahí si
apostaría más por algún día de descanso antes de volver a entrenar a ver si con
suerte es sólo una sobrecarga o similar que se recupera rápido. Si fuera algo
más grave, también parar cuando sentimos los primeros síntomas de dolor favorecerá
no agravarlo más.
En cuanto a los resfríos, soy más partidario de al menos
entrenar si no llega a ser una gripe o tienes fiebre muy alta , aunque sea
variando el entrenamiento. Creo que un rodaje hasta que uno rompe a sudar puede
venir incluso bien. En estos casos se podrían sustituir los entrenamientos más
duros (sobre todo si te costara respirar) por rodajes más suaves pero seguir
entrenando.
Cuáles son los riesgos de ser estricto siguiendo el plan de
entrenamiento
Un plan de entrenamiento debe ir ajustándose a la evolución
del corredor y su capacidad de asimilar el entrenamiento. Esto permitirá sacar
lo mejor de cada uno además de reducir el riesgo de lesiones.
Partiendo de que cada corredor es diferente y sus
circunstancias también lo son, pretender que un mismo plan de entrenamiento
funcione para todo el mundo no me parece muy factible.
Si cogieras ese plan estándar y lo siguieras estrictamente
sin valorar ni cómo asimilas el trabajo, ni si un día estás un poco enfermo o
con molestias; es mayor la probabilidad de que acabes lesionado, con
sobrecargas o desanimado que sintiendo que tu rendimiento mejora.
Por esto creo que un plan de entrenamiento debe tener la
capacidad de adaptarse a cada uno. Pero por otra parte, el propio corredor debe
poder contar con la libertad de tomar decisiones sobre el mismo y regular
cuando lo sienta necesario.
Además de que el entrenador ya vaya personalizando el plan
al corredor, también vendrá bien por su parte una adaptación al mismo según lo
que le transmita el corredor. Es decir, si en algún momento siente que está
llevando demasiada carga o nota molestias de una posible lesión, el entrenador
podrá reajustar los entrenamientos.
Pero por otra parte, cuestiones más propias de días
puntuales como que empieces a sentirte medio enfermo o arrastres mucho estrés o
agotamiento de un día duro de trabajo, ahí debe ser el propio corredor el que
lea las circunstancias y regule.
Querer cumplir con el plan entrenamiento programado cuando
el momento te indica que no estás para tanto, puede llevarte a acabar lesionado
ese día porque le estás pidiendo al cuerpo más de lo que en ese momento puede
dar, enfermar o acumular una fatiga o cansancio exagerado que te impida
continuar entrenando días posteriores.
A veces es mejor ser flexible y saltarse un día de
entrenamiento, o suavizarlo, que querer cumplir con todo. Ese cambio de
entrenamiento puntual puede permitirte seguir el día después con tu plan según
lo programado y evitarte arrastrar varios días de ir renqueante sin poder
completar bien los entrenamientos o tener que parar por lesión.